jueves, 12 de julio de 2018

Rincón de Haikus de Nybia Mazzullo



Barcos lejanos 
en horizontes grises
se alejan raudos

Noche sin luna
duerme entre las nubes
sueño profundo            




                                                                                  Nybia                                                                    

miércoles, 11 de julio de 2018

El obsequio


      20 de abril de 2018


Había ensayado a lo largo del día todos los rostros de asombro y sorpresa que se le habían ocurrido. Pero ninguno le resultaba lo suficientemente convincente.
Si no lo lograba,  él lo notaría. Sabía descubrir en los mínimos gestos,  sus estados de ánimo. Debería seguir intentándolo porque nada le producía mayor pesadumbre  que ver reflejado en su rostro la desilusión de no deslumbrarla con su regalo.
En  la mañana, su desayuno, como todos los días estaba servido, pero junto a él,  una rosa roja le anunciaba que sería un día especial.
Sonrió enternecida recordando la lejanía de otros momentos en que había logrado sorprenderla con obsequios inesperados: viajes imprevistos, salidas a lugares bailables que no conocía, funciones a espectáculos que había reservado con antelación.
Pero el 2002 había pegado duro y a ellos también les llegó el cimbronazo.
Intuía que él la sorprendería, siempre lo había logrado y apremios económicos no lo detendrían.
Los festejos del cumpleaños de ella en los dos trabajos, no habían bajado los niveles de inquietud, que se iban transformando en angustia, conforme transcurría el día.
Podría con todo, menos con la infelicidad reflejada en el rostro de él.
Al regreso a su casa, abrió la puerta con ímpetu, deseosa del encuentro.
En el sofá, sentado, la esperaba, casi un desconocido, que sin embargo tiene sus mismos ojos, su misma figura.
No puede evitar, que naturalmente surja su mayor expresión de asombro genuino.
Se acerca y recorre suavemente, con sus manos, el rostro terso, sin barba. Sus dedos dibujan los labios, y comprueba que son más finos de lo que ella suponía sin el bigote.
La sonrisa de él muestra que una vez más lo había logrado.
La abraza y susurra apasionado: - Hoy te regalo mi cara.

martes, 14 de noviembre de 2017

Mi primer día de Hospital

Habíamos comenzado recientemente nuestros estudios de enfermería y este era el primer día de práctica hospitalaria. Corría el año 1959.
Eramos todas muy jóvenes, proveníamos del interior del país y nos alojábamos en un internado universitario. 
Estábamos nerviosas, ansiosas y sobre todo deseosas de dar una muy buena impresión. Nuestros uniformes impecables, discretamente maquilladas, como se nos había indicado y sin perfumes invasores que nos impidieran percibir los olores que deberíamos identificar.

Al llegar a la sala de internación, toda nuestra intensión de coquetear con los estudiantes de medicina, se evaporó. Seguramente lo retomaríamos más adelante, pero esa mañana estábamos muy inseguras, éramos las recién llegadas y debíamos conquistar esa plaza.  Por la ventana de la enfermería veíamos a los médicos, con un grupo de estudiantes de medicina, rodeando la cama de un enfermo.

Nuestra docente nos reunió en la enfermería, nos asignó a cada una los enfermos que deberíamos atender y nos orientó a los cuidados básicos que habíamos estado practicando en taller y que seguramente hoy aplicaríamos en forma real.  Terminada la orientación nos envió a la sala de internación para que nos presentáramos a nuestros pacientes, conversar con ellos y realizar los cuidado básicos que necesitaran.

Yo era muy tímida y para aumentar mi inseguridad, me tocó un paciente que en ese momento estaba rodeado de médicos y estudiantes y que ni bien me vio dijo: "Sta. puede alcanzarme mi violín, se lo llevaron y no me lo han devuelto."    En ese momento se me olvidó el desgraciado artilugio que los hombres en cama utilizan para orinar, y solo recordé el instrumento musical y haciéndome la conocedora le dije "Sr. González que bueno, es usted músico"    Todos dejaron de hablar y se escuchó un susurro jocoso en el grupo de medicina, y entonces el Sr. González, para mi desesperación dijo muy fuerte: "No m´hija, quiero mear"

Ramonita R





Aroma de glicina

El suave aroma de la glicina me acaricia,
acompaña mi nostalgia.
Siento su amistad en mi ser.
El fantasma de días alegres y felices
se desliza por los toboganes de sol de su ramaje
y corre a esconderse en las sombras vecinas.

En tardes como esta, en esa esquina del jardín nos amábamos.
Nuestras voces y risas trepaban por las ramas de la glicina.
Sus luces y sombras cobijaban nuestra felicidad.
Y como hoy, ella esparcía su aroma sobre nosotros.

Aroma de glicina, eres más perdurable que el amor.
Tu sigues estando presente en mi vida,
del amor solo queda recuerdo y nostalgia.


                                                      Ramonita R.

Mi Ser



Soy prisionera en esta estructura orgánica.
Este no es mi lugar.
Mi esencia es libre y mágica, se esparce por el aire.
Ese es mi lugar.
Soy una diosa encarcelada, impedida de volar.
No lo puedo aceptar.

                       
                                     Ramonita R.


viernes, 10 de noviembre de 2017

El carnaval… los negros Rivero…y el quinto centenario


 Aún no sé por qué los preparativos de los festejos y contra festejos del quinto centenario de la llegada de los europeos a América, en 1992, traen a mi mente recuerdos de mi barrio, y cómo un evento de alto contenido político, económico y cultural global,  como fue la llegada de Colón a América pude relacionarlo con lo sucedido a nivel local, corriendo el año 1982. Son quizá las singularidades de nuestra mente.

Borocotom… ¡Boro…cotom… chas… chas!
Desde cerca del Sandú, (afluente del Tacuarembó Chico, sobre el cual se fundó la Villa de San Fructuoso y luego la ciudad de Tacuarembó),  llegan los repiques de los tambores, y un leve rumor - que se va acentuando cada vez más - de voces aguardentosas que ensayan una canción. Todo el barrio oye esos sonidos, los disfruta y hasta son parte de su cotidianidad.

Las carnestolendas se aproximan y los negros Rivero honrando a Baco se aprovisionan para ensayar. Sus vidas  es un carnaval. Porque ¿qué otra cosa es el carnaval sino la mascarada de alegría, regocijo y algazara que oculta la tristeza y amargura de la pobreza, frustraciones o búsqueda de otras oportunidades?
Y en realidad ensayan todo el año, porque sus actuaciones son permanentes, condimentadas por un buen tinto que nunca falta. Y ellas responden a las críticas del gobernante nacional o local de turno. No forman una murga, tal vez tampoco una comparsa, es un “algo” intermedio, donde declaman, acentuando virtudes y defectos de la sociedad actual y sus protagonistas.

El “pedo” -     porque ni embriaguez, borrachera ni alcoholismo pueden ilustrar mejor el estado en que se encontraban los miembros de la familia y que a diario retocaban - suele ser muy respetado, porque no llega al agravio ni a la violencia hacia las personas. El ejercicio de la parodia del cuerpo gobernante local  que practican cada día  es de una sublime admiración y de una creatividad secretamente envidiada.
La gente no les teme, ni les rehúye, sino que festeja con mucho sentido del humor las ocurrentes opiniones, que a viva voz y acompañados por tambores, a veces con latas y otras con un acordeón, realizan en alguna esquina cercana. En ocasiones realizan asaltos o serenatas en alguna casa del barrio.

En oportunidad del anuncio de la llegada del dictador de turno: Aparicio Méndez, a la ciudad de Tacuarembó en 1982,  se construyó un montículo de tierra tapizado con césped, en la plazoleta frente a la casa de los Rivero. Su objetivo era ocultar  desde la ruta de entrada a la ciudad,  la humilde casa que podía deslucir la visión del conquistador capitalino.

Sobre ese montículo se erigió la estatua del fundador de la ciudad: Bernabé Rivera, que se inauguraría con la llegada del dictador.
Ignorantes de los acontecimientos internacionales cuyo impacto pasado  pudo ser origen de su ascendencia y naturaleza de su situación actual, observan con estupor el verde montículo construido frente a sus casas; y encima de él, cómo un petiso muñeco vestido de soldado colonial, de bronce, se erige, empuñando  una espada en una actitud ridículamente desafiante.

Pocos días después, la comitiva oficial del conquistador  de turno,  hacía su entrada triunfal por la Avenida Victorino Pereyra, deteniéndose en la Plaza para inaugurar el monumento de su fundador. Ni aún el temor de esos oscuros días hizo que las huestes montevideanas fueran numerosas ni que los invadidos oriundos acompañaran tal acontecimiento.

Pero lo paradojal es que poco tiempo después de la inauguración del monumento, que recordaba el sesquicentenario fundacional de la ciudad, los Rivero conquistaron y colonizaron ese pedazo de tierra que pretendió extender un manto de olvido sobre la realidad habitacional de los parodistas locales.

Y a partir de ese día,   en la cima del mismo,   Bernabé Rivera consta con una guardia de honor permanente,  tan autóctona como cualquier uruguayo, que sólo es interrumpida o abandonada por momentos,  para aprovisionarse de un poco más de tinto que amenice las siestas y declamaciones de los Rivero.

                                                                                 

                                                                                                                                                  



                Blanca Chiesa




Rincón de Haikus de Nybia Mazzullo

Barcos lejanos  en horizontes grises se alejan raudos Noche sin luna duerme entre las nubes sueño profundo                   ...